Mientras algunas personas intentan arreglar nuestro maltrecho planeta para que siga siendo habitable, otras proyectan un futuro fuera de él por si las moscas. Y no les culpo. Una huida hacia delante puede parecer la mejor opción cuando las moscas son muchísimas, enormes y te nublan la vista.

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La habitabilidad de Marte la comenzamos a investigar en serio a finales de los noventa y aunque la ciencia ficción lleve décadas dando la matraca, no hemos encontrado marcianos en el planeta ni nada que se les parezca. Pero la evidencia científica nos dice que es probable que hubiera vida en el pasado. Los rovers de la NASA Spirit, Opportunity y Curiosity han encontrado antiguos cursos de agua y compuestos orgánicos que sugieren que el Planeta rojo podría haber sido habitable. Perseverance, el vehículo de exploración de la agencia espacial estadounidense que hizo aquel amartizaje tan espectacular en febrero de 2021 y que me recuerda tanto a WALL·E, nos proporcionará en los próximos años nuevos datos sobre su climatología y geología. También buscará indicios de vida y probará tecnologías que harán, llegado el momento, nuestra estancia más agradable.

Pero por ahora Marte no es planeta para terrícolas. Hace demasiado frío (noches de hasta -80ºC), la atmósfera es demasiado fina para que pueda albergar agua líquida en la superficie y la radiación ultravioleta atacaría sin piedad nuestro ADN o el de los vegetales que plantáramos para comer. Más allá de su escuálida atmósfera, sus gélidas temperaturas, o de que se tarda entre 6 y 9 meses en llegar (lo que complica un pelín el volver a casa por Navidad), otra gran desventaja de vivir en Marte es el polvo en suspensión. Estas partículas modulan en gran medida el clima del planeta y además son tóxicas. Vamos, que en Marte pasa un poco como en Dune.

En la novela de Frank Herbert los fremen respiran a través de filtros para asegurar que el aire que inhalan tiene humedad suficiente y está libre de arena y polvo. Así pues, de cara a nuestros futuros asentamientos, habrá que pensar cómo nos defendemos de este diminuto enemigo, porque promete ser muy puñetero. Gracias a la estación meteorológica MEDA, que por cierto es «Made in Spain», Perseverance está analizando la concentración, forma, tamaño y propiedades ópticas del polvo marciano. Otro instrumento del rover mide su composición química y las cámaras fotografían los torbellinos o ventiscas que se forman constantemente. La información es poder, así que cuanta más nos envíe este laboratorio con ruedas, mejor.

Además de enviar robots a Marte para que lo estudien, podemos simular cómo sería la vida allí. La misión Hypatia, que el año que viene celebra su segunda edición, reúne durante dos semanas a científicas de diversas disciplinas en la Mars Desert Research Station, en pleno desierto de Utah. Las investigadoras viven como si estuvieran de misión en el Planeta rojo (restricciones de agua, comida y comunicaciones con el exterior), se enfrentan a un clima muy similar y realizan todo tipo de estudios cuyos resultados luego deben reportar. Como Gran Hermano, pero útil.

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El primer viaje tripulado a Marte está a la vuelta de la esquina (las predicciones hablan de 2045 o 2050) así que si estás leyendo esto es probable que seas testigo de tamaña gesta. Yo espero serlo también, no negaré que me hace mucha ilusión. Aunque más ilusión me haría que nuestro gobierno y los de medio mundo dejaran de venderle armas al estado de Israel.
Artículo publicado en El Lamonatorio para El Mono revista cultural (El Mono #126):

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