Es posible que ahora mismo estés leyendo esta revista mientras odias la primavera con todo tu ser. Picor de ojos, nariz y garganta, secreciones nasales exacerbadas, estornudos que acabarán dislocándote el cuello y un cuerpo escombro que no lo levanta ni una caja de kilo de garroticos Beatriz son algunos de los regalos que deja esta estación a muchas personas cada año. Si eres una de ellas, lo siento muchísimo por ti.

Tener alergia es un asco. Y lo digo con conocimiento de causa, porque yo también soy una víctima de mi sistema inmunitario. Cuando detecta ciertas moléculas, en mi caso, proteínas de los ácaros del polvo y de la saliva de los gatos, se ofusca y reacciona de forma exagerada, liberando un montón de histaminas y alguna que otra “ina”, causándome esos síntomas que tanto aborrezco.

¿Es el polen el semen de las plantas? Pues un poquito sí. Sé que mucha gente aconseja no humanizar a los vegetales a la hora de divulgar (este es un melón que no pienso abrir ahora), pero el símil me parece brillante y me provoca un sinfín de imágenes loquísimas. La primavera es la fiesta del polen. Una bacanal sexual vegetal, una época en la que el semen de las plantas con flores sobrevuela nuestras cabezas, impregna cuerpos de insectos, murciélagos y pájaros y se introduce afanoso en nuestras fosas nasales, transformando nuestros cuerpos en un río de lágrimas y mucosidad. El semen de las plantas nos hace llorar y nos deja sin respiración. Si esto no es poesía, Nerea Aguado Alonso, yo ya no sé.

En las plantas con flores, es decir, las espermatofitas (ojo, que ya el nombre nos da pistas), el polen es un grano, muchas veces microscópico, que contiene el gameto masculino, es decir, una suerte de espermatozoide que se ha de unir a algo parecido al óvulo de la flor para formar el fruto que contendrá las semillas. Si buscáis imágenes de granos de polen al microscopio veréis que los hay de muchos tamaños y que adquieren formas fascinantes.

Cuando hablamos de alergia al polen, no nos referimos al polen de todas las plantas, pues muchos no producen alergia. Otros, sin embargo, son muy alergénicos, como el de las gramíneas, el olivo, la Parietaria judaica (un tipo de ortiga) o los cipreses. Estas últimas semanas, el polen del planatero de sombra nos tiene amargaditas en Barcelona.

Las alergias aumentan cada año y esto se debe a factores como la contaminación, el cambio climático, el exceso de higiene y las mejoras en el diagnóstico. Las altas temperaturas que se han alcanzado en Navarra en los últimos meses han provocado que los cipreses adelanten la polinización, alargando la temporada más de lo habitual. Y esto, como advertiría Greta Thunberg mientras dos polis la arrastran hasta el coche patrulla, no ha hecho más que empezar…  

Por cierto, si os topáis por el Arga u otras zonas de ribera con cantidades ingentes de pelusas blancas, no os asustéis. No se trata de polen, sino de los vilanos de los chopos y los álamos, semillas voladoras diseñadas por la naturaleza para facilitar su dispersión. Disfrutad de esa lluvia de semillas, porque mientras que se trate de eso y no de semen vegetal, vuestro sistema inmune os dará una pequeña tregua. 

Artículo publicado en El Lamonatorio para El Mono revista cultural (El Mono #125):

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