Hace unos días mi madre me preguntó por qué la flor de Pascua se volvía roja en Navidad. Es bien sabido por la humanidad que cuando se es científica una sabe de todo, desde los nombres de las 100 especies de lémures de Madagascar hasta las ecuaciones de la Teoría Gravitacional de Newton, pasando por el rango de valores de fosfatasa alcalina en un hemograma. Pues por circunstancias que no puedo llegar a entender, a pesar de compartir titulación con la Obregón no sabía darle una explicación concisa a la mujer. Tenía claro que guardaría relación con los pigmentos vegetales y la luz, que para eso me doctoré en Fisiología Vegetal, pero no conocía el mecanismo exacto. Hice un poquito de investigación y a continuación os cuento qué diantres hace esta plantita para conseguir ese color tan bonito. Y no, no es magia.
La Poinsetia, flor de Pascua o Nochebuena (Euphorbia pulcherrima) es una planta centroamericana de la familia de las Euforbiáceas, como lo son el árbol del látex y la mandioca. De hecho todas las plantas de esta familia segregan un líquido viscoso y esto lo podéis comprobar seccionando un tallo de vuestras flores de Pascua las próximas navidades. Los aztecas ya la cultivaban antes de la llegada de los europeos a América. El primer embajador de los EE.UU. en México, que además era botánico, la hizo mundialmente famosa al exportarla a su país. La Poinsetia toma así su nombre de este señor, Joel R. Poinsett, que la lanzó al estrellato y la convirtió en la flor de la Navidad.

Pero la Poinsetia tiene trampa. Así a simple vista muchos podéis pensar que los tejidos rojos son flores cuando realmente son hojas modificadas llamadas brácteas. Estas estructuras son las que recubren y recogen las flores e inflorescencias y su función es precisamente esa: proteger. Las flores son unos botones amarillos que aparecen en el centro de las brácteas.

El color rojo de esta flor navideña se lo debemos a unos compuestos muy comunes en el mundo vegetal: las antocianinas. Son flavonoides con función antioxidante que reparan el ADN, protegen frente a los rayos UV y ayudan a atraer animales gracias a los vivos colores que proporcionan a los distintos tejidos de la planta (flores, hojas, frutos). Hasta la fecha se han identificado 635 clases de antocianinas.

Ahora ya sabemos un poco más sobre la morfología y la historia detrás de ese color tan intenso de la Flor de Pascua. Pero, ¿por qué podemos hacer que las brácteas cambien de verde a rojo? Pues es una cuestión de luz y oscuridad, o lo que es lo mismo, de fotoperiodismo, del que ya os hablé en “El Lamonatorio” hace tiempo. También os comenté en otro post cómo las plantas contienen un pigmento verde denominado clorofila y que cuando en otoño aumentan las horas de oscuridad ésta se reabsorbe y los pigmentos de otros colores que se producen en menor cantidad (carotenoides, flavonoides) y que normalmente permanecen ocultos, se hacen entonces visibles. Pues esto es lo que ocurre con Poinsetia. Meses antes de que comiencen las fiestas suele someterse a una media de 12 horas diarias de oscuridad. Unas proteínas llamadas fotorreceptores avisan a la planta para que produzca menos células que contengan cloroplastos, las fábricas de clorofila donde se da la fotosíntesis. De esta manera, la clorofila se degrada y las antocianinas son capaces de salir de su escondite. En la versión “salvaje” de la flor de Pascua, es decir, el arbusto que existía antes de que Poinsett se lo llevara a EE. UU. y comenzara a hibridarlo para llegar a la planta ornamental que conocemos hoy, este cambio no es tan espectacular pues las brácteas son más pequeñas pero ocurre igualmente gracias a la variación estacional de luz.
Así que misterio resuelto: la flor de Pascua se sonroja en la oscuridad. Teniendo en cuenta que sólo en EE.UU. se generan 250 millones de dólares anuales gracias a su comercialización, no me extraña nada que se ponga roja. Yo también lo haría.
*Foto de portada cortesía de Max Pixel.

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