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Especial PONTE GAFAS


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«¿Serán las gafas? ¿Serán las gafas? ¡Miopía, hipermetropía, astigmatismo!». Cuando me dijeron que El Mono de este mes estaría dedicado a los anteojos, supe que mi artículo empezaría con el insólito estribillo del tema “Gafas” de Elphomega, incluido en su discazo “El Testimonio Libra”. No tenía ni idea de cómo iba a continuar, pero ahora mismo me saco algo de la chistera. O de la bata, que para eso soy científica.

Lentes de aumento sobre un libro (Fuente)

¿Sabíais que la humanidad emplea adaptaciones ópticas desde hace más de dos milenios? En el Antiguo Egipto y la Grecia clásica ya se usaban lentes para corregir defectos de la visión. Tiempo después, en el siglo XIII, unos monjes italianos siguieron las enseñanzas del erudito árabe Alhacén, y puliendo una lente de cristal de roca (cuarzo incoloro) consiguieron que ésta aumentara el tamaño de las letras de los libros. Imaginaos el jolgorio entre los monjes más longevos, aquejados de presbicia.

Portada de la primera traducción al latín del «Libro de Óptica» de Alhacén (Fuente)

La presbicia o vista cansada es un problema de la visión que dificulta el enfoque de objetos cercanos. El cristalino, la estructura del ojo que enfoca las imágenes, pierde flexibilidad y se endurece con la edad, y en consecuencia su capacidad de enfocar de cerca disminuye. Yo comencé a notar sus engorrosos efectos hace un par de años, así que data don’t lie: este regalico de la vejez hace su aparición entre los 40 y los 45 tacos. Para tener la piel más tersa no sé, pero para ver bien de cerca a lo mejor sí que recurriría a La Sustancia. Qué fastidio.

Esquema del ojo humano (Fuente)

Después de que los monjes italianos inventaran la “piedra de lectura” pasaron décadas hasta que ésta saliera del país. Más concretamente de la isla de Murano, famosa por manejar buenos vidrios. Los maestros cristaleros no querían que sus técnicas se descubriesen y había incluso leyes que penalizaban su difusión. Pero los secretos de fabricación de las lentes se fueron filtrando gradualmente, y hacia el siglo XV ya no había secretos que guardar. Las lentes siguieron evolucionando, se añadieron diversas sujeciones, y a mediados del siglo XIX se comercializaron las primeras gafas con montura y patillas, muy similares a las actuales.

Menudas gafas más molonas lleva la señora (Fuente)

Que las lentes corretoras existan desde hace siglos no quiere decir que todo el mundo tuviera acceso a ellas, ni mucho menos. La gente pobre no emétrope, la que no tenía la suerte de librarse de tener un defecto visual, se quedaba como estaba: miope, hipermétrope o astigmática. En la Edad Media (y mucho después) yo no habría podido permitirme unas gafas, así que vería mal de lejos durante toda mi vida. Suerte que tengo miopía leve, solo una dioptría en cada ojo. Las dioptrías son la unidad de medida de la graduación de la vista. Si yo con una dioptría necesito gafas o lentillas para ver la tele o conducir, imaginaos mi novio con casi diez dioptrías por ojo.

Algo así tiene que ver mi novio, aunque no lo tengo claro. Bueno, menos lo tiene él (Fuente)

Sin adaptaciones ópticas moriría atropellado o se caería en una zanja, y por supuesto no podría ir en bici ni escribir su nombre en las paredes. Yo le querría igual, pero seamos realistas: sin la tecnología óptica su vida sería muy distinta. Hoy la miopía puede corregirse con la famosa cirugía LASIK, que modifica la forma de la córnea para que ésta desvíe la luz correctamente hacia la parte posterior del ojo. Ahí está la retina, repleta de células fotorreceptoras que transforman la luz en impulsos nerviosos que viajan al cerebro a través del nervio óptico. El ojo humano funciona como una cámara: con sus lentes (córnea y cristalino), su diafragma (el iris junto a la pupila) y su película fotográfica (la retina).

La retina está tapizada de conos y bastones, células que captan la luz y la transforman en impulsos eléctricos que viajan al cerebro (Fuente)

Hacer uso de la tecnología para mejorar nuestras vidas es muy humano, pero también lo es emplearla para perpetrar los actos más atroces. Por un lado, creamos gafas para que las personas puedan ver mejor el mundo que les rodea. Por otro, fabricamos drones con una gran capacidad de detección (una “vista de lince”) para que esas mismas personas no puedan ver nunca más ese mundo que les hemos ayudado a visualizar. Como dijo en una entrevista José Manuel Sánchez Ron, «En nuestra búsqueda del conocimiento, hemos traído bondades, pero también nos hemos convertido en asesinos del futuro».


Artículo publicado en El Lamonatorio para El Mono revista cultural (El Mono #136):

*Fuente de la foto de portada

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