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Especial EL DESIERTO


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En el especial sobre Marte os conté que el clima del planeta rojo es muy similar al clima desértico de la Tierra. La aridez, las temperaturas extremas y los fuertes vientos hacen que la vida sea particularmente dura. Para que se forme un desierto deben concurrir varios factores: altas presiones o accidentes geográficos que dificulten las precipitaciones, lejanía de la costa, latitudes polares o tropicales, y/o intervenciones humanas que favorezcan la desertificación.

Las zonas polares de la Tierra también contienen ecosistemas desérticos. No todo va a ser calor bajo un sol abrasador
(Fuente)

¿Os acordáis de los cultivos de aguacate que están invadiendo el sur de la Península y secan los acuíferos? Prácticas como estas aceleran la transformación de nuestro planeta en Arrakis. Y no es ciencia ficción: casi el 75% del territorio español está en riesgo de desertificación y, donde hay desierto, es muy difícil que haya agricultura. Urge proteger el suelo y cerrar los pozos ilegales que han drenado La Tablas de Daimiel y que están secando Doñana, porque nos va la vida en ello.

La mitad de Navarra está en riesgo de convertirse en un secarral
(Fuente)

Pero cambiemos de tema, que últimamente estoy de un bajonero insoportable. Vivir en un desierto no es ningún un chollo, pero muchas especies se han adaptado a sus yermas superficies, tanto en climas cálidos como en los polos. Si pensáis en un animal del desierto, seguro que os viene a la cabeza el camello. Los camélidos con joroba incluyen a dromedarios (una joroba), camellos (dos jorobas) y camellos salvajes (dos jorobas). Estos mamíferos pueden ingerir hasta 130 litros de agua de una sentada, lo que les permite sobrevivir semanas sin beber. Su anatomía es como un traje fremen, una obra de ingeniería perfectamente adaptada a las inclemencias del desierto.

Los dromedarios (Camellus dromedarius) son los que tienen una sola joroba y habitan en las regiones desérticas de África del Norte y la Península Arábiga (Fuente)

Tienen callosidades en tobillos y rodillas para soportar las altas temperaturas de la arena al sentarse y sus pies amplios con dos dedos les proporcionan estabilidad para caminar por las dunas. Poseen espesas cejas y unas pestañazas que ya quisieran las guiris esas que se pasan cien pueblos con los postizos. Esto, junto a los potentes cierres de sus orificios nasales, impide que les entre arena. Su nariz es muy larga e internamente la tapiza una mucosa que se repliega muchísimo sobre sí misma (100 veces más que la nuestra), aumentando así su superficie. Gracias a esta súper-napia, los camellos pueden retener hasta el 66% de la humedad del aire. Su sistema circulatorio y su piel forman un sistema de refrigeración natural que les ayuda a modular su temperatura corporal y mantener su cerebro fresco.

Dromedario con la naricilla bien cerrada (Fuente)

Este sistema de refrigeración ha inspirado a investigadores del MIT para el desarrollo de hidrogeles que conservan las bajas temperaturas durante más tiempo. Y la pieza más vistosa de este conjunto de adaptaciones al clima desértico es sin duda la joroba, un depósito de grasa que suministra al animal nutrientes y agua, molécula que se produce al degradar los ácidos grasos. Sé que es mucho pedir, pero me encantaría que nuestras chichas liberaran comida y agua cuando lo necesitáramos, por ejemplo, en el cine o de paseo por el monte, en vez de hacernos sentir mal cuando vamos a la playa.

Camello bactriano (Camelus bactrianus) con sus dos jorobas hermosas (Fuente)

El camello actual se originó en regiones árticas de Norte América. Los camellos primigenios eran gigantes, pudiendo llegar a medir 3 metros y pesar una tonelada. Es fascinante que las adaptaciones de los actuales camellos del Sáhara o del Gobi, como los pies anchos, la joroba de grasa o las largas pestañas, les sirvieran a sus antepasados para sobrevivir en un clima polar. Esto lo sabemos gracias a la paleontóloga Natalia Rybczynski, que en 2006 encontró huesos de la pierna de un camello primitivo de 3,5 millones de años en un bosque boreal de una isla de Canadá. El alce que pasea por Cicely en la cabecera de Doctor en Alaska bien podría haber sido uno de estos ejemplares unos pocos millones de años atrás.

También son camélidos las llamas, las alpacas, los guanacos o las vicuñas, que pueblan las estepas sudamericanas
(Fuente)

Y hablando de desiertos, ¿sabíais que entre Jerusalén y el Mar Muerto se encuentra el desierto de Judea, donde el cristianismo dice que Jesús fue tentado por el Diablo? Yo no soy religiosa ni creo en estas cosas, pero si creyera pensaría que hoy Lucifer se divierte a 100 kilómetros al oeste de ese desierto manejando un tanque o un dron de combate y masacrando personas inocentes.

Bonus track: temazo de nusar3000 con un videoclip en el que sale un centelleante jinete de dromedarios

Artículo publicado en El Lamonatorio para El Mono revista cultural (El Mono #128):

*Fuente de la foto de portada

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