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Especial ISLAS


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En abril de 2010 me encontraba en mi último mes de estancia predoctoral en Würzburg (Alemania), donde había estado unos meses cultivando guisantes en hidropónico y midiendo sus emisiones de óxido nítrico supervisada por un señor majísimo que me recordaba a Papá Noel. Hacia el final de mi periplo germano, una amiga de Donosti me dijo que venía a visitarme. Yo estaba feliz porque, aunque conocía a gente muy maja, algunos fines de semana no tenía plan y se me hacía un poco cuesta arriba estar lejos de casa. Para mi desdicha, el vuelo de mi amiga fue cancelado a causa del cierre de gran parte del espacio aéreo europeo del 14 al 20 de abril. La culpa fue de Eyjafjallajökull.

El Eyjafjallajökull dándolo todo en 2010 (Fuente)

Este volcán, de nombre impronunciable, entró en erupción bajo un glaciar homónimo situado al sur de Islandia. Tras 200 años dormido, se puso a escupir lava, gases y cenizas como un descosido. Hace dos semanas se despertaba otro volcán en la isla: el Fagradalsfjall, algo más fácil de pronunciar. Mientras junto estas letras, siguen brotando de él ríos de lava. Este volcán no ha expulsado tanta ceniza como Eyjafjallajökull en 2010. Durante aquella erupción, más de 10 millones de personas se quedaron en tierra por la cancelación de sus vuelos. La ceniza disminuye la visibilidad y estropea los motores de los aviones, haciendo que volar sea inseguro. Las nubes de ceniza volcánica, compuestas principalmente por silicatos y carbonatos procedentes de rocas y minerales, pueden alcanzar varios kilómetros de altura y desplazarse por el viento hasta lugares muy alejados. ¡Algunas han viajado 9.000 km!

Os podéis imaginar la de ceniza que hay ahí (Fuente)

Islandia es una isla repleta de volcanes cuyas expulsiones de material geológico ardiente moldean el relieve y crean un paisaje excelso en el que el hielo y el fuego echan pulsos continuos. En el país nórdico, tierra de mi amada Björk, de Gus Gus o de Sigur Rós, hay más de 130 volcanes, algunos activos y otros inactivos. Gracias al vulcanismo, 9 de cada 10 hogares islandeses se calientan con energía geotérmica. En Islandia hay tantos volcanes porque la isla se asienta sobre la denominada dorsal Mesoatlántica, el límite entre las placas tectónicas de Norteamérica y Eurasia. Seguro que os suenan del cole Alfred Wegener, Pangea o la teoría de la tectónica de placas, pero no voy a meterme ahora en ese berenjenal.

Alfred Wegener (Fuente)

El caso es que las placas de Norteamérica y Eurasia se separan, es decir, son divergentes, y por el hueco que hay entre ellas sale el magma del manto terrestre en forma de erupciones. Los volcanes no son más que las vías de escape del magma, una mezcla de roca fundida, roca sólida y gases cuya temperatura puede oscilar entre los 700ºC y los 1200ºC, y que pasa a llamarse lava al aflorar a la superficie.

En septiembre de 2021, cuando el SARS-CoV-2 aún hacía de las suyas, otro volcán entraba en erupción en la isla de La Palma, arrasando todo lo que encontraba a su paso: viviendas, infraestructuras, cultivos… Su actividad duró 85 días. En Islandia el vulcanismo apenas representa una amenaza para la vida humana debido al gran número de estaciones sísmicas que predicen las erupciones a tiempo y al buen ojo de los primeros pobladores de la isla, que se asentaron lejos de las montañas de fuego. La erupción de La Palma, en cambio, fue una catástrofe. Que los suelos de la isla sean más fértiles gracias a la lava solidificada no creo que compense el miedo y la rabia que tuvieron que sentir los palmeros. Eso sí, al menos hubo tiempo de comer sin problema.

Madre mía, ¡huid, insensatos! (Fuente)

Peor que la población de La Palma lo debió pasar la del archipiélago de Krakatoa (Indonesia) en agosto de 1883, cuando uno de sus volcanes erupcionó de forma explosiva, destruyendo varias islas. La detonación, 10.000 veces más enérgica que la bomba de Hiroshima, se escuchó en Australia. Los tsunamis que le sucedieron fueron de peli de terror. Fallecieron 36.000 personas.

Grabado que ilustra la explosión del Krakatoa en 1883 (Fuente)

Sinceramente, no sé qué ganas tiene la gente de vivir en islas asentadas en el límite de dos placas tectónicas. Cualquier día despierta un volcán o tiembla la tierra y no lo cuentan. Yo, por si acaso, este mes me voy de vacaciones a Madeira, una isla situada en… Oh, espera… Deseadme suerte.

Artículo publicado en El Lamonatorio para El Mono revista cultural (El Mono #116).

*Fuente de la foto de portada

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