Cuando vivía en Pamplona usaba mucho el coche. Hasta iba al gimnasio en coche, sinvergüenza de mí. Cuando me mudé a Barcelona vendí mi Corsita y una vez allí comencé a desplazarme en metro, en bicicleta o a pie. En esos desplazamientos, mientras inhalaba una deliciosa mezcla de hidrocarburos, monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno y partículas en suspensión, comencé a odiar los coches. Este mes hará 7 años que odio los coches. Qué radical, diréis, qué extremista. Y yo responderé: sí, un poco, pero es que me han dibujado así.
El coche es todo ventajas: contaminación del aire, aumento del efecto invernadero, ruido, ocupación del espacio público, fomento del sedentarismo… Es curioso lo normalizado que tenemos su uso masivo y cómo defendemos que ese uso es un derecho. El derecho a la salud (nuestra y la del planeta) no, pero el derecho a que haya millones de coches circulando sin parar, PONME DIEZ.

La contaminación del aire mata. Lo dice un artículo de The Lancet: la mitad de las muertes por cáncer a nivel mundial son atribuibles a factores de riesgo evitables, y uno es la contaminación. Otro estudio, publicado en Nature, ha demostrado que en solo 3 años se dispara la incidencia de cáncer de pulmón en personas no fumadoras que respiran aire contaminado. Charles Swanton, uno de los investigadores, explica a El País: “La contaminación del aire mata a 8 millones de personas al año en todo el mundo. Unas 300.000 de ellas mueren de cáncer de pulmón. Parte de ellas nunca han fumado”. En Europa el 96% de la población urbana está expuesta a niveles de contaminación por partículas que superan los recomendados por la OMS. Las mayores autoridades en investigación contra el cáncer llevan años advirtiéndolo: o erradicamos la cultura del coche, o vamos a morir todos. Y las medidas, dicen, las deben tomar las autoridades a la voz de ya.

Los coches también generan ruido y la ciencia ha probado que el ruido daña la salud. Según un estudio realizado en escuelas de Barcelona, cuanto más ruido había en el entorno del centro, peor era el rendimiento cognitivo del alumnado. En Madrid se ha visto que la densidad de tráfico en una zona concreta está relacionada con el número de los ingresos hospitalarios en dicha zona, y que con bajar el ruido del tráfico un decibelio se evitarían 468 muertes prematuras al año en el feudo de Ayuso. Que alguien se lo explique. Nuestra salud nos importa un pito, vale, pero, ¿y la de nuestras criaturas? La polución del aire también genera partos prematuros, bajo peso al nacer y dificultades cognitivas.
Como el asunto de los coches es tan complicado de resolver y hay tantos intereses de por medio, lo dejamos en un cajón esperando a que se resuelva solo. Es cuestión de tiempo que nos explote en la cara. De bicicletas no he hablado en el artículo, pero creo que ya sabéis lo que deberíais hacer con ellas: usarlas más. Un saludo a la Masa Crítica de Iruña.

Artículo publicado en El Lamonatorio para El Mono revista cultural (El Mono #113).
Gracias a El boletín de Materia por hacer un resumen tan claro y conciso de cómo nos está afectando la contaminación producida por los coches. Clama al cielo.

*Fuente de la foto de portada

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