Los guiris han vuelto en masa a Barcelona. En tropel. A cascoporro. Arrasando, como diría Thalía. Un enjambre de personas rubias, altas y embriagadas de etanol, serotonina y endorfinas recorre las calles de la Ciudad Condal como hormigas atraídas por el olor de un trozo pisoteado de bocata de mortadela, en busca de fiesta, Inditex y sexo desenfrenado. Estos forasteros también quieren sol. Necesitan sentir los fotones que envía el astro rey en su piel blanca y rosada. Les urge captar luz ultravioleta que active su producción de melanina y les ayude a conseguir ese tono Beyoncé que tanto anhelan. Pero, oh, sorpresa, nature is a bitch, y su piel bajo el sol abrasador de la Barceloneta se torna roja, color cangrejo, gamba de Huelva, camarón (de la Isla), y comienza una pesadilla que bien podría haberse evitado si en sus casas les hubieran explicado un par de cosicas sobre la pigmentación clara de la piel en personas originarias de latitudes altas y lo mal que se lleva este tipo de pigmentación con la radiación solar directa.

¿Por qué les ocurre esto a las inglesas, alemanas y escandinavas que suben y bajan Las Ramblas a las 2 del mediodía en pleno agosto o bailan endemoniadas en bikini en el Primavera Sound? Pues porque por mucho que piensen que dos más dos son cuatro y que para ponerse morenas solo tienen que tomar el sol como el resto de mortales, se están olvidando de que su organismo no está bien preparado para fabricar melanina, un pigmento que actúa como barrera natural protectora de nuestra piel haciendo frente a los males de los rayos ultravioleta. Esta biomolécula se produce en unas células llamadas melanocitos, que se encuentran en la capa más externa de la piel, la epidermis. La cuestión aquí no es que haya personas con más melanocitos que otras y que por eso fabriquen más melanina, no. Jay Z no tiene por qué tener muchos más melanocitos que Joaquín Reyes.

Yo probablemente no tenga más melanocitos que el jefe de todo esto, aunque a simple vista pueda parecer mentira. El tema es mucho más complicado, como todo en esta vida, y aquí clave la tienen unos cuantos genes que se relacionan con diferentes asuntillos celulares: la cantidad de melanina que se produce en los melanocitos, por ejemplo. Las personas con piel clara producen menos melanina que las que tienen la piel oscura. El tipo de melanina que se fabrica también es importante. La eumelanina es de color negro-marrón, mientras que la feomelanina es amarilla-rojiza. Adivinad qué personas producen solo feomelanina. Ajá, qué inteligentes, las pelirrojas.

La feomelanina no es eficaz ejerciendo de barrera protectora ante la radiación ultravioleta, por lo que las personas pelirrojas tienen un alto riesgo de experimentar quemaduras en la piel y por ello deben protegerse más que el resto, si cabe. Hay otros factores que también determinan el color de la piel que tienen que ver esencialmente con el transporte de la melanina a las células que se sitúan en capas más superficiales de la piel, los queratinocitos, pero os voy a liar con tanto gen, tanto filamento, tanta vesícula y tanta proteína transportadora así que es mejor dejarlo aquí. Si queréis saber más os recomiendo “Genes de colores” de Lluís Montoliu, libro que reseñamos en el especial anterior. Tan solo quedaros con esto: las personas con fototipos claros, esto es, personas pelirrojas, rubias con ojos claros y piel clara, fabrican menos melanina u otro tipo de melanina que no protege y no se broncean, y como prácticamente carecen de barrera de protección ante los rayos ultravioleta, el ADN de sus células tiene más riesgo de dañarse y de sufrir mutaciones. Mal asunto.

Continúo mi paseo por Barcelona centro y compruebo que una cantidad importante de guiris tiene la piel como un tomate. Les va a doler esta noche, pienso. Pero si esa se ha churruscado hasta los empeines y el cuero cabelludo, me lamento. Sin embargo, lo peor de todo no es la irritación, el escozor o el hecho de que se vayan a pelar como lagartijas. Ni siquiera que su piel volverá en cuestión de días a recobrar su blanco nuclear tras la incómoda experiencia (sufrir tanto para esto, dirán). Lo peor puede que tarde años en llegar. Cada día muere una persona en Dinamarca por cáncer de piel. En 2017, el gobierno danés lanzó la ingeniosa campaña “Ayuda a un danés”, en la que nos pedían ayuda para que recordemos a los daneses que vienen a torrarse al sol que deben protegerse poniéndose a la sombra, utilizando sombreros o gorras y aplicándose protector solar. En Dinamarca hay 19,2 casos nuevos de melanoma por 100.000 habitantes cada año, frente a los 6,9 de España o los 2,4 de Grecia.
Fuerte, ¿eh? Dos años después los escandinavos idearon otra campaña dirigida esta vez a la infancia: «Ayuda a un pequeño danés”. El vídeo es la mar de divertido, sí, pero da dos cifras impactantes. En primer lugar, 4 de cada 10 niños daneses se quemaron durante sus vacaciones en 2018. En segundo lugar, muchas personas danesas reciben la misma cantidad de radiación solar durante una semana de vacaciones en España que durante casi medio año en su país. Flipante. Ahora mismo hay una buena cantidad de personas de todas las edades en Dinamarca con mutaciones en sus melanocitos que vete tú a saber en qué desembocarán. Así que bueno, cuando veáis una marabunta de guiris por nuestras calles y playas rojos como pimientos de Lodosa, pensad que si siguen así pueden acabar volviendo con un desagradable regalo a casa y tened piedad: ofrecedles un rato vuestra sombrilla en la playa o invitadles a colocarse debajo de la lona del escenario del Sónar al mediodía, aconsejadles que se compren una gorra en la que ponga “I love Barcelona” y echadles un poco de cremita, que no tienen la culpa de ser así, la culpa la tienen sus genes.
Artículo publicado en El Lamonatorio para El Mono revista cultural (El Mono #103)

*Imagen de portada: República

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