Hace siglos hice prácticas en el departamento de calidad de una bodega en Navarra. No voy a decir en cuál, no por nada, simplemente para dejaros con la mosca. El vino que hacen está buenísimo y ha ganado varios premios. Ahora averiguad de qué bodega se trata. Nunca lo descubriréis.
El vino es una bebida alcohólica que se obtiene de la fermentación del jugo de uva o mosto. Pero, ¿qué rayos es eso de la fermentación? Os sonará que el pan y el queso también se obtienen así, pero probablemente no sepáis qué es lo que ocurre. Cosas raras de la ciencia, pensaréis. Efectivamente. Se trata de un proceso bioquímico que realizan las células o algunos microorganismos cuando están corticos de oxígeno.

Y es que normalmente las células obtienen energía para funcionar quemando azúcares con oxígeno — simplificando mucho — pero a veces no les llega suficiente y para no morir tienen que recurrir a este “Plan B”. Al grupo de reggaetón no, a la fermentación. Los productos de la fermentación más comunes son el ácido láctico (yogur, queso), alcohol etílico (bebidas alcohólicas) y ácido acético (vinagre).
¿Y qué tendrán que ver los bichos que se quedan sin oxígeno, diréis, con que el azúcar del mosto se convierta en alcohol? Pues que esto lo hacen los hongos. La piel de la uva tiene un huésped muy especial: una levadura que fermenta los azúcares del fruto hasta convertirlos en alcohol etílico o etanol, nuestro producto estrella y el culpable de miles de vomitonas, dolores de cabeza y, por qué no decirlo, graves problemas de salud.

Porque el alcohol es veneno. Sí, ya sé que no queréis oírlo pero es cierto. Mucho comer vegano, bio, eco y sin transgénicos pero luego las cañas y los cubatas os los metéis doblados el finde y cuando no es finde. El etanol, además de generar adicción porque actúa sobre los receptores neuronales, es un producto tóxico que nuestro cuerpo debe eliminar. Y lo hace en el hígado gracias a la enzima alcohol deshidrogenasa. Esta no funciona al mismo nivel en todas las personas, por eso tu madre se bebe una copa de cava en la cena de Nochebuena y empieza a decir tonterías y tu colega, ese que no perdona ni una, se trinca 5 cubatas y parece que se acaba de tomar un café con leche. En la resaca entra en juego el acetaldehído, el primer producto del metabolismo del etanol, que es incluso más tóxico que el propio etanol y produce todos esos síntomas horribles que ya conocemos. Pero la cosa no se queda ahí. Hay muchos estudios que evidencian que el consumo de alcohol, incluso el moderado, está relacionado con 7 tipos de cáncer. Ey, a mi no me miréis así, que yo solo soy la mensajera…

Resumiendo, este artículo viene a decir básicamente dos cosas: que hace 2019 años un señor palestino no pudo convertir agua en vino por arte de magia (a no ser que fuera zumo y la Biblia nos hubiera engañado) y que beber vino, lo miréis por donde lo miréis, no es bueno para la salud. Pero ojo, también os digo que ver El Hormiguero bueno para la salud no es. Elegid qué os compensa más.
Artículo publicado en El Lamonatorio para El Mono revista cultural (El Mono #72)

*Imagen de portada: Whimn

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