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Machine music: el futuro es de las máquinas


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Últimamente estoy escuchando y leyendo muchos comentarios desafortunados sobre ciertos estilos musicales. Además de esgrimir razones como el machismo en las letras, la falta de vocalización de sus intérpretes o las temáticas supuestamente burdas y de mal gusto (todos estos son temas de los que ya se ha hablado y en los que no pienso entrar, porque tampoco estoy de acuerdo y creo que las críticas van más allá de la presunta baja calidad musical), sus detractores recurren a la pega anti-tecnológica: que si eso no es música, que si la música se hace con instrumentos, que si esas personas no sabe cantar y por eso distorsionan sus voces. Frasecillas de gente mayor las llamo yo. Porque una cosa es que los gustos sean algo muy personal, que claro que lo son, pero otra es que, una vez pasada la treintena, salga a la superficie ese abuelo cebolleta que todos llevamos dentro para poner a caldo absolutamente todo lo que les ilusiona a los jóvenes.

Los rockeros y sus instrumentos del diablo

Un ejemplo muy ilustrativo del abuelocebolletismo musical y cultural es el que se daba en los años 50 en Estados Unidos. La gente de cierta edad renegaba del insoportable estruendo que caracterizaba a la música joven de la época y se escandalizaba de lo barriobajeras y sexuales que eran las letras de aquella moda incipiente llamada rock’and’roll. ¿Rock’and’roll, en serio? ¿Rocas que ruedan? No, en realidad significaba «movimientos obscenos». A quién se le ocurre, ¿verdad?, menudos guarros. Otra cosilla era el gospel, que aunque también era música de negros al menos hablaba de Dios y no era una ruidera infernal. De lo que no se acordaban esos padres viejóvenes del tiempo de los tupés grasientos es de que sus padres, antes que ellos, también habían despotricado precisamente sobre sus nuevos gustos musicales y su modo de vestir. Porque escuchar música de negros eso sí que no. Aquí el folklore de los colonos europeos de toda la vida, hombre ya (así, generalizando, que es lo que se estila). Con su banjo, su violín, su armónica y libre de influencias africanas (esto último es mentira, pero bueno, ellos eran felices en su ignorancia). Y así sucesivamente hasta remontarnos al primer Homo sapiens, que también se cagaría en la modernidad de sus hijos. Las frustraciones de hacerse mayor.

Espero que los padres de estos cuatro no les vieran nunca con esas pintas porque les iba a dar algo (Fuente)

El temido argumento anti-tecnológico no sólo aparece en el ámbito musical, sino que se ha convertido en una auténtica moda, demasiado arraigada por desgracia, que se extiende a todas las áreas de la sociedad: medicina, agricultura, alimentación, comunicaciones… El auge de los anti-vacunas y los anti-transgénicos es tal hoy en día que la ola anti-progreso se extiende como la pólvora, convirtiéndose casi en una nueva religión. Por eso ya no me extraña tanto que un sector de la población diga que la música sólo es música si sale de un instrumento y no de una computadora. Pues no señora. La música es lo que le de la gana de ser. A ver si alguien pone a caldo actualmente a Muddy Waters por usar electricidad en sus composiciones. Porque a ver, en la época de Muddy la guitarra eléctrica era un objeto diabólico. ¡Robert Johnson no usaba guitarras eléctricas, por Dios! Claro, lo mejor es quedarse en la Edad de Piedra, que los avances los carga el diablo, el mismo que se encontró con Johnson en aquel cruce. Pues bien, ahora pensad en todos los temazos que no existirían si nunca hubiera llegado la electricidad a las guitarras. O si a la gente le hubiera dado por decir, con tono condescendiente, que eso no era música ni era nada. Es que me pongo a llorar solo de pensarlo.

La llegada de los primeros instrumentos electrónicos

Cuando digo electricidad también puedo decir ordenadores o cualquier nueva tecnología inventada por el hombre, claro está. En definitiva, todo aquello que influya en el proceso de la evolución humana y modifique el estado de las cosas, porque el ser humano es lo que es gracias a la tecnología. Desde las primeras herramientas de caza hechas de sílex hasta el intrincado sistema operativo del iPhone X hay un trecho, pero en realidad ambos son mejoras científico-tecnológicas surgidas de la mente humana. Los ordenadores ya son parte inherente de nuestra cultura y, para bien o para mal, sin ellos no somos ni seremos nada.

Siendo fieles a la historia, las primeras piezas de música electrónica se crearon a finales del siglo XIX. El telarmonio fue el primer instrumento enteramente electrónico y polifónico y el inventor estadounidense Thaddeus Cahill lo fabricó en 1897. No sé cómo sonaría aquello pero seguro que era alucinante.

Teleharmonium1897
El telarmonio de Cahill era digno de ver. La gente de la época fliparía (Fuente)

Pocos años más tarde irrumpió un instrumento más conocido, el theremin, que causó furor durante los años 20 (ver foto de portada). Y no era para menos, pues el cacharro sonaba sin que el interprete tuviera contacto alguno con él. Mientras estudiaba el electromagnetismo, el físico ruso Léon Theremin observó que cuando un objeto intercedía en un campo electromagnético se alteraba la frecuencia reproducida por el dispositivo. Así, construyó un aparato con dos antenas y una caja con osciladores y un amplificador. El revuelo que causó no era para menos pues el cacharro sonaba sin que el interprete tuviera contacto alguno con él. Parecía magia… pero era ciencia. A mí el theremin me alucina y por lo visto a los profesionales de la música también, pues se ha venido utilizando tanto en música clásica como electrónica y numerosos intérpretes de géneros tan dispares como el rock, el trip-hop, el reggaeton, el metal o el indie, cuyos referentes no han dejado pasar la oportunidad de incluirlo en sus composiciones.

El órgano que habla

Poco después, sobre los años 40, entra en escena el órgano Hammond. ¡Qué portento! Gracias al ingeniero mecánico Laurens Hammond existen maravillas como “A whiter shade of pale”, “ White rabbit”, “Smoke on the water”, “Light my fire”, «Green Onions», “The house of the rising sun”, “En el lago”, “Hush”, “Hold you Jack”, “Woman of the ghetto” o el sonido característico del gospel estadounidense. El señor Hammond se basó en los principios del electromagnetismo para crear una caja de sonido mucho más pequeña que la de los órganos de iglesia, la cual posteriormente enchufaba a un amplificador. En el interior de la caja de madera podías encontrar un auténtico compendio de engranajes y resortes. Lo más característico de este órgano eran las barras deslizantes (drawbars) que, manipuladas, hacían girar las ruedas polifónicas en su interior, generando los armónicos. El aparato normalmente poseía dos o tres teclados y un pedal. El Hammond era un verdadero sintetizador que producía un sonido hipnótico y versátil.

hammond B3 con leslie 122
El órgano Hammond B3 fue el modelo más popular y se fabricó entre 1954 y 1974. A su izquierda un «pequeño» altavoz Leslie (Fuente)

The robots

En la Segunda Guerra Mundial los militares estadounidenses incorporaron a su arsenal de armamento un invento la mar de curioso. Era un mamotreto capaz de analizar y sintetizar voz humana transformándola en un sonido robótico, por lo que vieron en él una gran oportunidad para esconder mensajes del enemigo nazi. Por aquel entonces, el aparato en cuestión pesaba 55 toneladas y tenía el tamaño de una casa de tres dormitorios. Discreción ante todo. El ingeniero que lo creó, Homer Dudley, no podía ni imaginar que su invento serviría 80 años después a dos chavales franceses para ganar uno de los más prestigiosos premios de la industria musical. Estoy hablando del vocoder y del Grammy que Daft Punk se llevó en 2009. Antes de que el famoso dúo la incluyera en su música vanguardista esta herramienta ya se había usado ampliamente en el funk, y de hecho los franceses la habían incorporado a su repertorio por ser verdaderos fans de dicho género.

El vocoder también lo utilizaron con éxito Queen en “Radio Ga Ga”, Radiohead en “Fitter, happier”, Bon Jovi en “Livin’ on a prayer” o Stevie Wonder en “I just called to say I love you”. Meteos con todos ellos también, ¿no?. Menudos herejes musicales. Pero los primeros músicos que llevaron el vocoder a otro nivel fueron, ironías del destino, alemanes. Eso sí, alemanes de los majos, de los modernos, de los de vanguardia. El grupo Kraftwerk, que en los años 70 popularizó los sintetizadores musicales a nivel planetario, usaba el vocoder como seña de identidad. Más que gente haciendo música parecían auténticos androides, lo cual era divertidísimo e insólito teniendo en cuenta que la música más popular hasta la época había sido el rock’n’roll y que lo más parecido a música electrónica que había trascendido era la psicodelia. Poco después de Kraftwerk surgió el breakbeat y nació el hip hop y Afrika Bambaataa and the Soul Sonic Force irrumpieron con sus voces distorsionadas en “Planet rock”. Decidme si eso tampoco es música.

Otro artilugio de distorsión de voz muy curioso que apareció en los años 70 fue el Talk Box. Es un instrumento pequeño que posee un amplificador y un altavoz donde se engancha un tubo que va directo a la boca del intérprete. De este modo, el sonido sale por el tubo. Este hace que la forma de la boca y la posición de la lengua cambien, alterando el contenido armónico del sonido, de forma similar a lo que ocurre con nuestras cuerdas vocales al hablar.

Una de mis canciones favoritas de toda la vida es “California love” de 2Pac y Dr. Dre, cuyo estribillo es épico gracias al Talk Box. De hecho, este fue muy utilizado en toda la vertiente del G-funk, el rap que sonaba en la costa oeste de Estados Unidos en los años 90. El G-funk, además de estar impregnado de un rollo gánster que te mueres y de una ostentación que ni las Kardashian, basaba sus instrumentales en la música soul y funk de dos décadas atrás y el sonido era muy sensual y cálido. El Talk Box le daba ese matiz. Qué ironía: las máquinas dándole calidez a la música.

A partir de los años 80 del siglo pasado la música hecha por ordenador fue experimentando una evolución constante y con el paso de los años las fronteras entre la música analógica y la electrónica se han ido desdibujando. En la actualidad y desde hace unas décadas hay toda una corriente de música experimental alternativa que no cesa de reinventarse, creando nuevos sonidos gracias a programas informáticos de última generación. Géneros más mainstream como el rap, r&b, reggaetón, dancehall o trap también pueden ser interpretados sin necesidad de utilizar instrumentos, ya que con una caja de ritmos o un simple portátil es suficiente. Son, en definitiva, música electrónica.

Sound_System.jpg
En Jamaica con unos buenos altavoces, un micro y unos platos tienen música para rato. Son los famosos Sound System (Fuente)

La omnipresencia del auto-tune

Ahora lo que más se estila en el mundillo musical es la modificación de la voz por medio del auto-tune, que son los arreglos de voz de toda la vida pero más exagerados. Es frecuente confundir el auto-tune con el Talk Box o el vocoder, pero en realidad es un simple programa de ordenador que te afina la voz una vez has grabado la pieza. La siempre-joven Cher lo utilizó a finales de los 90 en un tema que me ponía de los nervios y que para mi desgracia me persiguió durante mi adolescencia: el terrible “Believe”. Años después llegó el rapero de Florida T-Pain, que modificaba sus voces con auto-tune en todo su repertorio. También Kanye West le ha dado lo suyo, como su colega Bon Iver. Hace unos pocos años esta técnica ha fue adoptada por los raperos estadounidenses más jóvenes, muchos de los cuales apenas muestran ya su verdadera voz en sus grabaciones.

El auto-tune es lo que más suele caracterizar al género conocido como trap, además del tresillo a la hora de rapear. Y es que el trap es rap, pero más moderno y electrónico si cabe. Es la evolución natural de una música que siempre fue electrónica y que ahora, de algún modo, recupera la sonoridad futurista que le caracterizaba en sus inicios.

Puede que algunos penséis que defiendo la música electrónica porque me encanta, pero yo no considero que tenga nada que ver con eso. A mí me gusta toda la música, sin fronteras, sin género y sin épocas. A lo largo de mi vida he acudido a festivales y conciertos de todos los tipos musicales imaginables, tanto con máquinas como con instrumentos, y pienso seguir haciéndolo porque me hace verdaderamente feliz. Me encanta la música vieja y me fascinan los clásicos de toda la vida, siempre van a estar ahí y es importante conocerlos para entender lo que está ocurriendo y lo que ocurrirá. No soy una abanderada del progreso por llevar la contraria sino porque nos ha hecho la vida más fácil. Y si no, probad a vivir en las cavernas y a alimentaros de frutas del bosque. La gente joven es la que decide lo que quiere y lo que le gusta, y en los tiempos que corren su apego tecnológico es obvio y comprensible. A los que ya no somos tan jóvenes no nos queda más remedio que asimilar que los tiempos cambian y que nos encontramos en un viaje sin retorno. Porque nos dirigimos hacia el futuro. Y el futuro, mal que le pese a algunos, es de las máquinas.

P.D. Y para quien no haya visto nunca un arpa láser, aquí le dejo un regalazo:

*En la imagen de portada, Alexandra Stepanoff tocando el theremin para la radio NBC en 1930 (Fuente)

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