El averno, el infierno, estanques de fuego. Alcrebite. Esa S maldita. El AZUFRE. Y es que este elemento que presuntamente hizo llover El Hombre del Espacio sobre Sodoma y Gomorra para castigar a los impuros siempre ha estado ligado a ambientes, digamos, pelín “endiablados”. Por ello resulta un tanto banal que el átomo del inframundo influya en si tenemos una cabellera lisa como Mulán o ese rizo tan estupendo del amigo Slash.
Si la piel y los huesos contienen colágeno, el pelo está compuesto de otra proteína: la queratina. Ésta es fibrosa y alargada. Muchos de sus aminoácidos (las pequeñas unidades que conforman la proteína) contienen azufre. Tanto los aminoácidos de una misma fibra de queratina como los de fibras distintas se unen entre sí mediante los puentes disulfuro, conexiones robustas entre los átomos de azufre. En el caso del pelo liso, la presencia de puentes disulfuro es menor y además son perpendiculares a las fibras de queratina, mientras que cuando el pelo es rizado se dan muchas más uniones y además no ocurren a la misma altura, con lo que la fibra se retuerce sobre sí misma.

No debemos confundir los rizos provocados por los enlaces de azufre, que son uniones permanentes, con las ondulaciones que nos aparecen en el pelo cuando estamos en lugares húmedos (los que vivan en Barcelona sabrán de lo que hablo), pues éstas son debidas a los puentes de hidrógeno, uniones reversibles, débiles y pasajeras causadas por la humedad ambiental.
Así que, amiguitos, la próxima vez que torzáis el morro porque os gusta más el pelo de vuestro compi (es que el vuestro jamás os puede gustar, no, para qué), echad la culpa al exceso o carencia de enlaces de azufre. Y no sufráis, almas de cántaro: siempre os quedarán las permanentes.

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